Una de las grandes cuentistas cubanas de las últimas décadas es Laidy Fernández de Juan, una escritora de cuna -con papá poeta y mamá ensayista-, que para revelarse a su destino literario o por pura practicidad se hizo médica. Mientras atendió pacientes en Kenia, fue madre y sorteó la vida en la isla -porque decidió volver y quedarse-, escribió una novela y participó en más de quince antologías de cuento.
Con una flor amarilla habla de las expectativas en el amor, de una historia inesperada que empieza rápido y que hace explotar estrellas en mitad del pecho. Un amor que promete redención, pero al que, como parece ser todo en el amor, toca darle tiempo para descubrir qué es.
La lectora es Dari (@darianar.barral), una cubana que se fue y vuelve de vacaciones, que llora escuchando a Silvio Rodríguez, que todavía mira con extrañeza la incapacidad de los colombianos de decir las cosas de frente y que es mi gran amiga.


































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