4.11.24

Antonio, Elvira y Gabi



Ramona fue una gata criolla pequeñita de pelo gris con blanco. La encontré a unas tres cuadras de la casa de mis papás –que entonces era mi casa-, en la calle, solita, maullándole a la gente. La alcé y la llevé conmigo. Nunca más se fue. Vivió con nosotros 14 años, la quisimos mucho y ella a nosotros también. Siempre la llamamos “Ramita”.

Ramona llegó embarazada y tuvo tres gaticas: Eleonora, Frida y Bety. Eleonora y Frida se fueron a otras casas; aún sé de Frida, de Eleonora solo sé que se mudó a Boyacá con su dueña hace muchos años. Desde que nació, Bety fue arisca y muy apegada a su mamá y por eso no se fue nunca. Vivió 8 años con nosotros. Tenía una personalidad muy particular, muy libre, muy inteligente, amorosa a su manera.

A ambas mi mamá las enterró en el jardín de la casa. A cada una en una cajita de cartón, envueltas en una tela. Sobre la tumba de Bety, que murió primero, mi mamá sembró una papayuelo, y junto a ella cinco años después enterró a Ramita.

Hoy la mata ya es árbol y da frutos, cada tanto mi mamá me prepara dulce de papayuela o cocina la fruta en tiritas par que se las ponga a las infusiones… Ramita y Bety se volvieron un árbol y ahora viven en el jardín. Me gusta pensar que esta es otra prueba de la metamorfosis del amor. 

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